Ya dejamos nuestra casa, ya vendimos muchas cosas y tiramos otras cuantas, ya terminamos de preparar la furgoneta para hacerla habitable, ya compramos algunas cosillas que nos faltaban y ya despedimos a muchos amigos y familia. Ya estamos en ruta.
Aún nos cuesta hacernos a la idea de esta nueva forma de vida, y más esta semana cuando aún seguimos viendo y despidiendo a familia y amigos en nuestra ruta hacia el norte. Pero ya empezamos a notar los cambios, y creo que si tuviéramos que resumirlo en una palabra, ambos coincidiríamos en LIBERTAD. La sensación de poder comer y dormir donde sea, de no ir marcados por el reloj, de poder cambiar los planes en cualquier momento, de no tener que pagar por cosas que creemos que son un derecho, como el tener un espacio para tumbarte y dormir o usar energía solar.
Pero ¿cómo es el shock de pasar de vivir en una casa con su baño, ducha, sofá… a una furgoneta con apenas el espacio de un colchón? Yo diría que es una sensación de ligereza. De sentir que apenas necesitas cuatro cosas para vivir y disfrutar. Vamos preparados para frío y calor, para comer, dormir, lavar platos, ducharnos, pasear en bicicleta, hacer excursiones, ir a la playa, escribir en nuestra web, hacer yoga… Podría parecer que todo esto es demasiado para un espacio tan reducido, pero no. Sólo hay que saber escoger lo necesario, cosa que aún estamos aprendiendo. Pues a pesar de las pocas cosas que llevamos, al segundo día ya nos dimos cuenta que llevamos algunas cosas de más. No hace falta llevar dos botes de detergente, ocho rollos de papel higiénico y varias latas de comida. Sobre la marcha se puede ir consiguiendo todo.
Y no sólo nuestro espacio vital ha cambiado, nuestra mente ha empezado a cambiar también. Nuestra frontera sobre lo que es imprescindible y lo que no, nuestro olfato para detectar fuentes públicas, para encontrar comida gratis (como aquella patata que nos encontramos en el suelo y que hoy ha sido parte de nuestra comida), nuestra capacidad para ahorrar agua fregando platos o duchándonos, nuestro radar para buscar gasolina barata… en fin, pequeños gestos que antes podían pasar desapercibidos y ahora forman parte de nuestro día a día.
Sin embargo aún no nos creemos del todo este viaje, aún parece que estamos de vacaciones, pero cuando pensamos un poco, resulta que ya no tenemos un piso en Alicante o que no tenemos que estar tal día de vuelta para trabajar el lunes. Es una sensación rara, que nunca antes habíamos vivido, pero que nos gusta. Dormir bajo las estrellas, cruzarte con un jabalí nada más bajar del coche o que te despierten unos skaters por la mañana, son esas pequeñas cosas que aunque raras, hacen que nuestra vida sea diferente y que queramos seguir acumulando experiencias.