Una de
nuestras primeras paradas ha sido en el Delta del Ebro, la desembocadura del río más caudaloso de la Península Ibérica. Allí estuvimos dos días con Sonia, una amiga nuestra que se encarga de
llevar la escuela de kite surf Mestral Kite, en la Playa del Trabucador.
En
cuanto llegamos, aparcamos la furgo y montamos en nuestras bicis rumbo a las salinas en la Punta de la Banya, para aprovechar las últimas horas de luz. Aunque pedalear en la arena tiene su truco,
la parte difícil llegó justo al ponerse el sol, momento en el que aparecen los hambrientos mosquitos. Y da igual si usas toallitas con citronella o antimosquitos para insectos de la selva… acabas
con ocho picaduras sólo en la cara!. Pero dormir viendo las estrellas y la Vía Láctea a través de nuestra claraboya con el sonido de las olas del mar, compensa cualquier picadura.
Comenzamos el siguiente día practicando yoga, con unas vistas y una paz
maravillosas. Disfruto de volver a practicar, cosa que con la vorágine del último mes tenía casi abandonada.
Después de desayunar salimos de nuevo hacia las salinas, pero esta vez en
kayak. La corriente nos lleva hacia dentro de la Bahía de los Alfaques, por lo que nos cuesta el doble avanzar. Tras dos horas remando, llegamos a las salinas y descansamos en la arena. Volvemos
hambrientos, cansados y algo quemados por el sol y pasamos la tarde hablando con Sonia, Manel y Miriam, dos chicos de Manresa que esperan viento para hacer kite surf.
Esa noche vuelve a ser mágica. Vemos acercarse una tormenta al atardecer
muy cargada de rayos y relámpagos, tanto que conseguimos captar algunos con la cámara. La verdad es que vernos rodeados de tanta electricidad nos impone un poco, así que dejamos de pasear y
volvemos a las furgonetas, observando cómo cada pocos minutos todo se ilumina como si fuera de día en plena noche.
Video en cámara lenta de algunos de los rayos horizontales captados esa noche. Realizado por Manel Delicado.
Al día siguiente, continuamos de aventuras sobre el agua y esta vez nos
vamos de excursión remando sobre la tabla (el famoso paddle surf) hacia la torre de Sant Joan con dos alumnos más de la escuela. Nos advierten que hay “algo” urticante en el agua y que mejor
usemos mallas y camiseta que nos presta la escuela. Como buenos biólogos curiosos investigamos un poco y descubrimos que ese algo urticante son pequeñas anémonas que viven en las hojas de una
planta acuática (Cimodocea nodosa), con razón salían con marcas en la piel algunos kite-surfistas arriesgados!
La experiencia de remar de pie es curiosa, aunque nos resulta más fácil
de lo que esperábamos, por lo que para que no decaigan los retos, Sonia y yo nos ponemos a hacer posturas de yoga sobre la tabla. Todo un éxito para ser nuestra primera vez!
Terminamos de remar reventados y sedientos, lo que remediamos
compartiendo unas merecidas cervezas con Sonia, Manel y Miriam para despedirnos de ellos antes de seguir rumbo al norte.
Aunque sólo visitamos esta zona del Delta, nos gustó mucho la experiencia
de vivir un par de días en una barra de arena rodeados por mar. Pero una vez más hay una cosa que nos “toca” cada vez que pisamos una playa en cualquier lugar del planeta: la cantidad de basura
que tienen. Plásticos de todo tipo, latas, botellas, juguetes, etc. La mayor parte de esta basura llega por mar, de zonas bastante lejanas, y aquí en una desembocadura se le suma el aporte del
continente… Hace tiempo en un documental vimos un estudio en el que se recogen muestras de arena de todo el mundo, de playas frecuentadas y playas vírgenes, y en todas, EN TODAS, había partículas
de plástico! Posiblemente no quede rincón sin plástico, pero podríamos tener más conciencia cada vez que tiramos algo no?