
Tuvimos la enorme suerte de conseguir colaborar unos días en la estación ornitológica Antonio Duse, la más antigua de Italia. Allí
no sólo disfrutamos de las aves y la naturaleza en un entorno magnífico, sino que conocimos a muy buena gente.
La estación ornitológica más antigua de Italia
La estación se encuentra en Passo Spino, una zona de collado entre el monte Spino y el monte Pizzocolo, en la provincia de
Brescia. El nombre de la estación hace referencia a su fundador, un médico aficionado a las aves que tenía en Passo Spino su vivienda vacacional. En principio capturaba aves para
comer, pero dada su curiosidad, empezó a observarlas y estudiarlas. Su contacto con ornitólogos de Reino Unido le facilitó el material para anillar y así en 1929 comenzó a colocar anillas
inglesas a las aves que pasaban por ahí.

En los comienzos de la Segunda Guerra Mundial, Antonio Duse abandonó esta casa y por tanto el estudio de las aves. Y no fue
hasta el año 2000 cuando se retomó el anillamiento en esta estación, enmarcado en un gran proyecto sobre el estudio de la migración de aves a través de los Alpes: el proyecto
Alpi. Así, desde hace 16 años, entre agosto y noviembre se anillan las aves que atraviesan los Alpes hacia el sur para pasar el invierno. Y en noviembre de 2015 es cuando aparecemos
nosotros.

Éste es un video-reportaje sobre el trabajo que se realiza en Passo Spino
Una jornada en la estación
Llegamos en las dos últimas semanas de la campaña de este año, cuando en principio
ya quedan pocas aves en migración. Pero dado que el clima estos días fue excepcionalmente cálido (y con esto me refiero a 5-13ºC), aún pudimos observar a los últimos individuos migrantes.
Nuestras jornadas consistían en levantarnos a las 5:30 para abrir las redes a las 6:00, justo antes del amanecer. Las redes tenían 3 metros de altura y un total de 300 metros de
longitud. Cada hora hacíamos una revisión de las redes (“il giro”) y anillábamos continuamente hasta las 20:00.

El anillamiento consiste en coger las aves que hayan caído en las redes y registrar la especie, su edad y sexo, así como medidas del tarso, el ala, la cola y el pico. Finalmente se les coloca una
pequeña anilla en la pata con un código que se registra en una base de datos con toda la información obtenida de cada individuo. Si estos individuos son recapturados en otras
estaciones (incluyendo las de fuera del país) se consigue obtener información sobre su movimiento, longevidad, etc. A las 17:00 se hacía de noche, así que también cabía la posibilidad de anillar
algún ave nocturna.


Durante unos días éramos 7 personas en la estación (4 anilladores y 3 colaboradores) así que nos turnábamos las
tareas de anillar, revisar, abrir y cerrar redes, cocinar y hasta descansar. En Passo Spino conocimos y compartimos muy buenos ratos con Severino (il capo, como le llamábamos
nosotros), Marco, Roberto, Marilena y Paulino. Y como este viaje está lleno de improvisación y nuevos amigos, gracias a Marilena y Paulino diseñamos los siguientes pasos de nuestra ruta, pero eso
ya lo contaremos en el siguiente artículo.

Los auténticos protagonistas

La estrella de este año ha sido el lúgano o lucherino en italiano (Caeruleus spinosa), ya que ha sido la
especie más abundante cruzando este Passo, cosa que no ocurría otros años.
Pero también anillamos…












Uno de nuestros favoritos es el reyezuelo o regolo (Regulus regulus). Un pajarito de apenas 5 gramos
que es capaz de viajar miles (y realmente me refiero a miles) de kilómetros. Es amarillo y negro pero los machos tienen una característica franja de plumas naranja intenso sobre la cabeza, que no
dudan en enseñar cuando están enfadados.


Y no pueden faltar las de hábitos nocturnos, dos de nuestras favoritas son:


Pero… aparte de aves, cómo fue realmente nuestra entrada en Passo Spino?
Aún no he contado la otra parte de esta experiencia… Poniéndonos en situación:
llegamos a Italia, huyendo del frío del norte y directamente a buscar a Severino, un contacto que nos pasaron que supuestamente anillaba en los Alpes. Tuvimos la suerte
de que nos contestara (cosa que no siempre ocurre cuando buscamos nuevos proyectos donde colaborar) y encima nos aceptara por unos días allí (cosa que aún ocurre menos). Ah! Y de que
hablara bastante español, ya que ninguno de los dos sabemos italiano. Sorprendidos por tan buenas expectativas llegamos a la estación, y continuaron las sorpresas. La estación tenía estufas de
leña, electricidad solar, un sistema para utilizar el agua de lluvia para fregar, la posibilidad de ducharse un par de veces a la semana con agua calentada a motor y hasta tendríamos una
habitación para nosotros! Seguíamos sorprendidos por tener la suerte de contar con estos lujos unos días, después de haber estado por Selva negra y Alpes suizos pasando un poco
de frío.


Las sorpresas continuaron desde la primera noche, con vino, risotto de zucca y tarta para cenar. Celebrábamos la jubilación de
Paulino, uno de los colaboradores que también hoy llegaba a la estación. Y desde entonces, entre risotto, pasta, quesos, polenta, buen aceite y vino, durante dos semanas, anillábamos y
comíamos de maravilla. No es que comiéramos mal en la furgoneta, pero obviamente somos bastante modestos y sin muchos caprichos. Estamos seguros de que hemos engordado estas dos semanas,
pero mmm! qué bien se come en Italia! Por supuesto, hemos aprovechado la oportunidad de poder hacer nosotros también algunos de nuestros platos como el gran clásico que
no falla: la tortilla de patatas.

Desde luego que la mejor manera de aprender un idioma es una inmersión total en él, y así fue. Llegamos sin saber poco más que
pizza, mamma mía y buon giorno, y en una semana ya chapurreábamos frases sueltas. Todo mundo dice que es fácil aprender italiano porque es muy parecido al español, pero… qué pasa
con esas palabritas que en español significan una cosa, y en italiano la misma palabra significa otra cosa completamente distinta? Pronto, guarda, morbido… Vaya lío! Aunque nuestras
palabras favoritas son cinquecento-cinquanta-cinque (quinientos cincuenta y cinco), codibugnolo (mito), pipistrelli (murciélagos), allontanarsi (alejarse), uf! y muchas más!

En esta estación no sólo caen aves, un día aparecieron por las redes unas ovejillas perdidas que tuvimos que
acorralar y llamar un pastor para que viniera a llevárselas.

Una noche también cayó un murciélago (pipistrello). Aunque no se anillan, de ellos también se toman algunos
datos como la especie y el sexo.

Y otro día, justo en la montaña de enfrente, una mañana apareció una columna de humo y al rato un helicóptero que estuvo intentando
apagar el fuego. Evidentemente no lo consiguió, pues esa noche, el frente del incendio se había extendido bastante. Impactaba ver las llamas en plena oscuridad de la montaña,
tanto, que preparamos nuestras cosas por si acaso había que salir corriendo… A la mañana siguiente el cielo de la estación tenía todo un espectáculo aéreo entre helicópteros y
aviones intentando apagar las llamas. Una lástima ver después el paisaje quemado, probablemente por la negligencia de cazadores el día anterior (llegamos a verlos justo en ese punto).
Tanto tiempo que lleva que se desarrolle una zona natural y qué rápido destruirla! Obviamente entre el humo y el ruido, la jornada de anillamiento no fue muy exitosa.


Nos vamos más que contentos de estos días en Passo Spino, agradecidos enormemente a Severino y a Alberto quien nos puso en contacto
con él, nos vamos con nuevos amigos, nuevas experiencias, nuevo idioma, y hasta nuevos kilos. Seguimos nuestro rumbo hacia el sur, como esta familia de mitos que anillamos y
liberamos juntos.