Tras cruzar la frontera Andorra-Francia, fuimos directos a la región de l’Auvergne, en el centro de Francia, cerca de
Clermont-Ferrand. Un espectacular paisaje de lagos, volcanes y quesos, muchos quesos. Visitamos esa zona recomendados por nuestra amiga Sonia, que nos puso en contacto con su prima que vive
allí. Así que allá nos encaminamos, sin saber muy bien a quién encontraríamos ni lo que haríamos.
Pero el resultado fue muy bueno. Conocimos a Celine, Stephane y su hija Lola, quienes nos abrieron las puertas de su casa sin
conocernos. Tuvimos nuestro primer contacto con el francés… aunque por suerte hablaban bastante español. Después de un buen rato de charla donde empezamos a conocernos y conversamos sobre nuestro
viaje y las costumbres de los dos países, nos fuimos a dormir. Nosotros en nuestra furgo que metimos en su jardín. Y a la mañana siguiente ¡sorpresa! Nos tenían preparado un desayuno de ricos
croissants, fruta y café calentito, todo un lujo!
Nos sugirieron algunas excursiones que hacer y aprovechamos el buen día que hacía para salir a conocer la zona. Primero fuimos al
Vallée de Chaudefour, una reserva natural en una zona volcánica con hayas y setas de muchos tipos y colores. Uno de sus senderos lleva hasta la Cascade de la biche, que a pesar de tener poca agua
en ese momento, nos impactó la forma que tenía, una especie de cortado en media luna formado por columnas basálticas y distintos minerales de colores.
Llegó la hora de comer y no pudimos resistirnos a probar dos quesos de la zona, y más estando en el mismo pueblo de St. Nectaire,
que le da nombre a un rico y cremoso queso, mmm! También probamos el Bleu d’Auvergne, queso azul fuerte pero también muy rico. Por supuesto sin salirnos de nuestro presupuesto low-cost, comprando
en el supermercado al corte y no en tiendas para turistas: 3.75 euros dos trozos de queso, nada mal!
Nos dirigimos después hacia el Puy de Dôme, el pico más alto de la región de Auvergne con 1464 m. De camino pasamos por el Lac du
Guery, uno de tantos lagos donde la gente disfruta de un baño o un picnic junto al agua. El ascenso al Puy de Dôme es relativamente fácil (dentro de lo fácil que pueden ser 400 m de desnivel con
14 % de pendiente…) por lo que nos cruzamos con mucha gente, y muy variopinta! Desde familias y excursionistas hasta corredores, abuelas, padres con bebés en brazos, gente con chanclas, tacones,
faldas… menos mal que hay un teleférico para los despistados.
Desde la
cima del Puy de Dôme se puede ver una cadena de cráteres de antiguos volcanes cubiertos ahora por vegetación, la Chaîne des Puys que es la típica postal de la región de Auvergne. Si el clima lo
permite, algunos valientes se lanzan en coloridos parapentes desde este pico para disfrutar de las vistas a vuelo de pájaro.
Aunque estuvimos apenas un día, nos fuimos muy contentos de haber conocido una región nueva para nosotros y sobre todo a gente que
nos abrió sus puertas sin dudarlo. Y además nos regalaron un supercalabacín de su huerta que nos alimentaría por dos días enteros! Es curioso ver cómo cada persona a la que hemos contado sobre
nuestro nuevo modo de vida reacciona de manera distinta, algunos se preocupan más por el tema económico, otros por lo incómodo de no tener una buena cama, otros por qué pasa si llueve, otros por
cuál será nuestra ruta, otros por cómo vivir sin nevera (muchos!), y así más o menos incrédulos, todos comparten nuestra ilusión por viajar y se suben a nuestra furgoneta en forma de poema, foto
o hasta de calabacín gigante.