
En Europa una frontera es poco más que una línea dibujada en un mapa, nos hace mucha ilusión cruzar
nuestra primera frontera, pero al mismo tiempo nos producen ciertos nervios, abandonamos la comodidad de nuestro idioma y país, para adentrarnos en otros idiomas que no hablamos, culturas
diferentes, formas de hacer las cosas que desconocemos… ¿qué tal si empezamos por Andorra?
Pero antes de cruzar nuestra primera frontera y tras cumplir el sueño de ver urogallo, decidimos hacer un pequeño desvío para conocer un poco el Parque Nacional de Aigüestortes i Estany de Sant
Maurici, sólo durante un par de días para hacer alguna ruta.

Día 1: Decidimos hacer la ruta del kilómetro vertical de la Vall de Peguera, 1000 m de desnivel, 6.7 km y 14% de desnivel. Elegimos esta
ruta para evitar las aglomeraciones típicas de un sábado en agosto, al ser una ruta más dura, hay mucha menos gente.

Esta ruta termina en el refugio Josep Maria Blanc, uno de los 9 refugios que componen la famosa travesía de “Carros de Foc”, la cual
se recorre en aproximadamente una semana y donde se puede disfrutar de los paisajes más impresionantes del parque nacional. Bea ha tenido la suerte de hacerla, yo la tengo pendiente (verdad
Jonás?)

Aunque la ruta es un poco dura, merece la pena y comerte un bocata en el refugio
con vistas al lago, supera cualquier restaurante de 5 tenedores. El refugio esta muy bien, allí puedes recargar tu cantimplora y si no llevas bocata tienen un menú variado por un módico precio.
Aunque voy a defender siempre la opción de hacer la ruta andando, existe la posibilidad de llegar al refugio en un servicio especial de taxi 4×4, no es barato, pero es una opción para la gente
que realmente no pueda hacer la ruta y también disfrutar del paisaje.

En el refugio coincidimos con más montañeros, algunos que hacían la misma ruta,
otros que estaban haciendo Carros de Foc, pero lo mejor fue ver a muchos niños con las botas puestas. A veces los adultos nos autoconvencemos de que con los niños no se pueden hacer muchas cosas,
por el simple hecho de que son niños. Los niños tienen más energía que nosotros, van a subir montañas mejor que nosotros y con ello van a aprender, valorar y respetar la naturaleza desde bien
pequeños. Debemos empezar a dejar de decir “es que con el niño no podemos” y apagarles más la tele y ponerles más las botas. He tenido la suerte de que mis padres me llevaran de acampada desde
bien pequeño, a mis 5 años ya hice una ruta de 30 km en montaña y según ellos, nunca me quejé, sólo quería ver más. (Por supuesto aquí hablo de mi pasión, la Naturaleza, pero hay muchas cosas más
para un niño según las aficiones de los padres).
En el exterior del refugio tienen instalada una cuerda floja, las llamadas
“Skyline” tan populares ahora y por supuesto con todos los niños montañeros intentando cruzarla sin caerse. Bueno, niños y no tan niños….


Día 2: Aunque mucho más fácil y llena de gente, decidimos ir al famoso Estany de Sant Maurici. El principio de la ruta comienza con
una pasarela de madera atravesando un bosque frondoso y para los amantes de las setas, todo un paraíso.



La ruta esta llenísima de gente por ser la más famosa, sin embargo, hay algo que me llama la atención y es que a pesar de la
cantidad de personas, no hay basura. De normal en cualquier ruta similar sueles encontrar alguna lata, bolsa de patatas, papel de bocata, etc., sin embargo en esta ocasión nada de nada. Creo, tal
vez, que al no haber nada de basura, los más incívicos les entra la vergüenza y se llevan la basura a casa.

Nos despedimos de España con buen sabor a montaña y nos dirigimos a Andorra, nuestra primera frontera. Sin duda Andorra es un país
con dos contrastes muy claros, uno es la ciudad, llena de tiendas de todo tipo, miles de marcas y consumismo en estado puro, mucha gente, muchos coches, muchos anuncios de todo, no se puede
aparcar en ningún rincón gratis, o parking de pago o zona de pago en la calle, compra, compra, gasta, gasta. Menudo agobio! Sin embargo, pecamos. Los precios son ligeramente más baratos y había
alguna cosa que necesitábamos, como la funda de la bicis y un GPS para no perdernos tanto por Europa.

Por suerte, como ellos mismos anuncian, Andorra es el país de los Pirineos. Puedes salir rápido del consumismo y en poco minutos
estar en plena montaña. En Andorra habíamos quedado con nuestros amigos Laura y Javier, celebramos nuestro encuentro con una rutita de montaña. Nuevamente los Pirineos son impresionantes, dan
ganas de estar perdido en ellos durante meses.

Había tanta gente en estas fechas por Andorra que buscamos una ruta poco transitada y nos acercamos al refugio “Cabana Coms de Jan”
a 2.220 metros de altitud. Andorra tiene una red de refugios gratuitos y con las necesidades mínimas cubiertas, un caño de agua, una litera y una chimenea y un botiquín, sin duda por poco dinero
puedes recorrer las montañas de Andorra de refugio en refugio y cuando necesites una ducha también hay refugios de pago.
Desde el refugio pudimos observar un rebeco (Rupicapra rupicapra) o más bien ella y su pequeño nos observaban a nosotros.

Durante la ruta también tuvimos la suerte de ver marmota (Marmota marmota), un roedor del tamaño de un gato gordo, llego a
desaparecer de los Pirineos por su caza, pero poco a poco se ha reintroducido y ahora tiene una buena población.

Al final de la ruta, de vuelta al merendero y parking, como casi siempre nos
encontramos con la cara sucia del ser humano. Restos de barbacoa, carne, bandejas de corcho, aluminio… ¿pero qué nos pasa? ¿no somos capaces de disfrutar de un día de campo sin llenarlo de
basura? Igual que la has traído, llévatela de nuevo.

Nos despedimos de Andorra y sus contrastes, nos despedimos de nuestros amigos viajeros, Laura y Javier. Ahora toca ir a por la segunda frontera, ahora sí toca enfrentarse a los cambios de idioma
y de cultura, a por Francia!!!
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