
Diez días de ruta desde las dunas de Erg Chebbi hasta la animada cuidad de Marrakech, entre Gargantas de ríos, cumbres del Atlas, lagos
rodeados de nieve, kasbahs históricas, nuevas especies de animales, plazas abarrotadas y zocos. Un Marruecos para nosotros desconocido y que nos sorprendió muy gratamente.
Comenzamos el recorrido junto a las dunas donde habíamos pasado casi dos semanas de voluntarios anillando aves. A los pocos minutos vimos dos abejarucos
papirrojos, unas bonitas aves verdes que jamás habíamos visto y llevábamos días queriendo verlas. Nos invadió un buen presentimiento sobre lo que nos depararía la ruta…

Dejamos atrás el calor del desierto y con un frescor agradable llegamos a las Gargantas del río Todra,. Pasando varios puestos de souvenirs
situados en plena garganta (que le restan gracia a cualquier intento de foto artística), llegamos casualmente a un pequeño terraplén donde también había otras furgonetas camper. Justo ahí vimos
el inicio de un sendero que se adentraba en una vertiente de la garganta, así que como siempre, obedeciendo las señales del viaje, tuvimos claro que ese día dormiríamos allí tras por supuesto haber explorado ese sendero. La ruta de senderismo es una ruta transitada por los locales para el
transporte de productos, por lo que de vez en cuando nos cruzábamos con mujeres guiando burros cargados montaña arriba.


Si hay un color que recordamos cuando pensamos en las Gargantas del Todra es el rojo, un color que nos rodeó cuando decidimos adentrarnos en el valle del río con nuestra furgoneta. Pero unos kilómetros más adelante, tras empezar a subir
por el Atlas, los colores cambiaron del rojo al blanco y azul. De repente sentimos que nos habíamos salido del Marruecos de guía turística que teníamos
en nuestras cabezas. Las cumbres nevadas del Atlas se alzaban majestuosas ante nosotros y disfrutamos de los paisajes de postal a nuestro paso, donde las construcciones típicas de barro y paja nos recordaban que realmente estábamos allí y no en Mongolia o los Alpes.



Y para seguir con los descubrimientos, quisimos llegar hasta Imilchil, ya que nos habían dejado un comentario en Facebook (que agradecemos
muchísimo!) recomendándonos un lago que había allí, el lago Tislit. Cuál fue nuestra sorpresa que llegamos a un lugar de esos que decimos “aquí tenemos
que dormir”. Estábamos literalmente a orillas de un lago rodeado por montañas nevadas y completamente solos. Bueno, hasta que aparecieron dos personajes
curiosos. Un local y su amigo estadounidense, asentado allí mientras escribía una novela, ambos vendedores de hachís de profesión, que en su intento de encontrar nuevos clientes nos invitaban a
cenar. Ya que no estábamos interesados y que esa noche queríamos disfrutar de la tranquilidad del lago, se lo agradecimos pero rechazamos la oferta. A veces viajar nos hace un poco
“antisociales”, queriendo disfrutar de la soledad en nuevos paisajes, y otras veces todo lo contrario, estamos ávidos de comunicarnos con gente que nos desvele otras culturas. A la mañana siguiente avanzamos un poco más y descubrimos el lago hermano del anterior, aún más grande y bonito,
el lago Iseli.



Aunque intentamos subir por las gargantas del Todra y bajar por las del Dades, nos dimos cuenta de que nos “hace falta” una furgoneta 4×4…
prácticamente todos los caminos están bien para ir en nuestra furgoneta, pero la nieve y el barro nos obligaron a bajar de nuevo por el valle del Todra
hasta Boulmane de Dades, donde empieza el valle del Dades y su Garganta.

Nos adentramos en el valle del Dades, entre altísimas paredes y sinuosas carreteras sembradas con
casitas de adobe y pequeñas parcelas de cultivo. A diferencia del valle del Todra, éste parecía mucho más habitado, había casitas cada pocos metros, siempre había alguien andando por la
carretera y difícilmente tenías esa sensación de estar solo, un problema cuando quieres ir al “baño” jajaja.




Una noche en las Gargantas del Dades, dormimos frente a unas curiosas formaciones rocosas,
redondeadas, como arcilla recién modelada, que a la mañana siguiente descubrimos que eran llamadas “dedos de mono”.

Allí mismo exploramos una pequeña garganta que nos recomendó un guía con el que conversamos por la mañana. Caminamos entre paredes y huecos en los que apenas cabíamos para, casi escalando, salir a una vista espectacular de este curioso paisaje.





Este fue uno de esos días que molan. No sólo por la excursión que acabábamos de hacer, sino porque a la salida del valle, muy cerquita de
Boulmane del Dades, nos metimos por un camino a perdernos un poco para comer y a ver si encontrábamos algún bichillo nuevo. El sitio a priori parecía no prometer mucho, eran los
alrededores de un vertedero, y esto significa plástico por todas partes.


Pero apenas unos metros más adelante, ya no movimos más el coche, teníamos un documental en vivo frente a
nosotros que duró varias horas. Un grupo de dromedarios salvajes, la mayoría madres y sus crías fueron acercándose poco a poco, quedando a unos 3 metros de nosotros. También vimos
varias aves que nunca habíamos visto, como la collalba culirroja (Oenanthe moesta), la alondra de Temminck (Eremophila bilopha) y la alondra picogorda (Ramphocoris clotbey).
Un colorido lagarto tomando el sol, un zorro ladrando a lo lejos, y un gerbo saltarín ya de noche.




Pero lo más curioso fue conocer por sorpresa al jird gordo, (Psammomys obesus), un
simpático roedor de unos 30 cm de largo que veíamos salir corriendo a recolectar ramitas y conseguimos grabarlo.
Pasando Ouarzazate teníamos una parada obligada en nuestro recorrido hacia el oeste, la famosa kasbah de Aït Benhaddou, patrimonio mundial de la humanidad y escenario de varias películas como Gladiator, Babel, Prince of Persia y Juego de Tronos. Un chico que vivía en la kasbah, Jamal,
nos convenció para hacernos una ruta guiada por allí, y por 5 euros hicimos una excepción en nuestro ajustadísimo presupuesto y la visitamos con él, acabando en su casa tomando té y viendo
algunas fotos de cuando él participó como extra haciendo de esclavo de Daenerys Targaryen en la serie de Juego de tronos.



Aunque no seamos de ciudades ni de compras, no podíamos dejar de visitar Marrakech. Hasta los viajeros que huyen de las ciudades quedan
fascinados con el ambiente de esta ciudad. Atravesamos la vorágine del tráfico en las calles de Marrakech, donde la clave es tener todos los ojos que
vayan en el coche controlando los alrededores. Hay que conseguir salir ileso entre autobuses, coches, bicis, motos, peatones y carros de caballos donde
el seguimiento de las normas de tráfico no es del todo habitual. Sorprendentemente, en toda nuestra estancia en Marruecos no vimos ningún accidente de tráfico, todo es dejarse fluir con la
corriente. Llegamos directos a un parking a sólo unos metros de la plaza principal y la Koutoubia (un minarete de estilo andalusí-marroquí, hermano de la
Giralda de Sevilla y la Tour Hassan de Rabat), donde por 8 euros te dejan aparcar 24h, que para los que viajamos en furgoneta significa dormir allí, y hasta con baños incluidos. Nada mal para ser
una gran ciudad!

La medina y los zocos de Marrakech están llenos de artesanía y de hábiles vendedores que te
ofrecen collares, alfombras, babuchas, bolsos, artículos de madera, lámparas y un sinfín de cosas más. Pero nuestra parte favorita es la zona de venta de comida. En nuestro viaje apenas gastamos
dinero en otras cosas, pero como comer hay que comer, aprovechamos y probamos las delicias de cada lugar a muy bajo coste comprándolo en sus mercados.
Aquí en Marrakesh aprovechamos para cargarnos de olivas, frutos secos y verdura.

Dentro de la medina, la plaza de las especias es un lugar para quedarse observando el ir y venir
de la gente como si de una película se tratara. Coloridos puestos de especias, plantas y artesanía hecha con vegetales como cestas o sombreros.




Pero si hay algo más que conocido en Marrakech es la plaza Djemaa el-Fna, a la entrada de la
medina. Por la tarde se llena de vida entre espectáculos y ventas, y lo que más nos sorprendió fue que la mayoría de la gente que acudía allí como espectador era gente local, quizá por ser viernes de mezquita o no sabemos, pero apenas había turistas, y eso nos hizo sentir más auténtica la
plaza.

En la plaza se puede encontrar desde mujeres que te tatúan las manos de henna, hasta grupos de músicos, vendedores de pequeños objetos,
acróbatas, juegos de azar, cetreros, cañas para “pescar” refrescos, puestos de comida, y hasta boxeo interactivo, donde uno del público entra por turnos al círculo para boxear con el ganador
anterior.




NO AL USO Y MALTRATO DE ANIMALES EN MARRAKECH
Desgraciadamente también en Marrakech vimos escenas que no nos gustaron. La venta de tortugas y
camaleones en la medina, como si de objetos decorativos se trataran. Y en la plaza Djemaa el-Fna, no falta quien te ofrezca hacerte una foto con un mono
de Berbería, a los cuales capturan cuando son bebés y mantienen encerrados en pequeñísimas cajas que alcanzan altas temperaturas al sol,
atados, alimentados de manera incorrecta y haciéndoles posar para fotos o realizar pequeños trucos (enseñados muchas veces a base de violencia) para que sus captores ganen dinero. Y resulta que evitarlo está en nuestras manos, las de los turistas, no pagarles
por posar, por sus trucos, y denunciarlo. La ONG Barbary Macaque Awareness & Conservation a través de la campaña “Just say no” lucha por concienciar a locales y turistas sobre estos actos. Precisamente hace apenas unos meses, se ha declarado ilegal
el uso de monos para estos fines en Marruecos. Confiamos en que poco a poco vaya habiendo un cambio de conciencia. Aún recuerdo cuando estaba haciendo fotos en la plaza y se me acercó
uno de los portadores de monos muy alterado exigiéndome dinero por haber hecho fotos en las ellos que salían a lo lejos. En cuanto le dije que lo que hacía estaba
mal y era ilegal, rápidamente se dio la vuelta y no me dijo nada más. Todo será cuestión de tiempo.




Y de igual manera los “encantadores de serpientes”, lejos de ser autores de actos heroicos como
quieren aparentar, son realmente cazadores furtivos, mutiladores (ya que les cortan periódicamente los colmillos), y
maltratadores de animales, a quienes dejan morir por deshidratación e inanición. Nada más lejos de la valentía. Todos sabemos que una cobra se yergue cuando se siente amenazada o se
prepara para cazar. No es extraño entonces que las cobras en la plaza estén permanentemente erguidas y quietas? No es curioso que las serpientes que llevan en la mano los hombres para hacerse
fotos con turistas estén como muertas? Realmente parecían cuerdas más que serpientes… pero siempre vimos a alguien que pagaba porque se siguiera haciendo
esto.



Te invitamos a hacer turismo responsable con los animales y su entorno, creemos que cuando estamos
de viaje, no debemos aceptar todo lo que vemos, también hay que cuestionarse dónde termina la tradición y comienza la ética, y así adoptar una postura
responsable.

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